Las turberas son áreas bajas, generalmente deprimidas y anegadas o inundadas (situadas permanentemente o casi permanentemente bajo el nivel freático) en las que se produce la acumulación de restos vegetales. Son zonas encharcadas con escasa circulación de aguas y en las que existe una mayor tasa de acumulación/preservación de materia orgánica que de destrucción.

La condición para que una turbera pueda formarse es que exista un equilibrio entre un aporte y el gasto de agua (lluvias, evapotranspiración, flujos entrantes o salientes). Un déficit conlleva a la exposición de la turba y en función de la duración del proceso puede traducirse en la oxidación parcial de la turba, con la generación de horizontes distintivos, o en su degradación y desaparición.

Inicialmente, en estas zonas encharcadas, poco profundas, la luz penetra en el agua permitiendo que se desarrolle vegetación en el fondo, lo que a la larga incrementa el aporte de restos orgánicos en profundidad (Fig. 1 y 2). El incremento de vegetación va provocando una gran cantidad de residuos vegetales que se van acumulando. En un principio se produce un fuerte incremento de la población bacteriana encargada de la descomposición de los restos orgánicos, al amparo de un medio muy rico en nutrientes. La colmatación de la charca va favoreciendo la implantación de una flora más extensa, que realiza una fuerte exportación de nutrientes del agua así como de un fuerte consumo de oxígeno. El medio acuático se va empobreciendo en nutrientes y, sobre todo, en oxígeno, por lo que la actividad microbiana se reduce y se comienza a producir una fuerte acumulación de residuos orgánicos sin transformar que terminan colmatando la charca y creando un enorme cumulo de material orgánico (Fig. 3). El conjunto de procesos de descomposición de los restos vegetales se conoce como humificación y lleva a su transformación en turba. Posteriormente, el desarrollo arbóreo aumenta la evapotranspiración y desecado (Fig. 4).

En los medios actuales, la formación de turberas tiene lugar principalmente en latitudes altas, con climas fríos y húmedos, caso de charcas de origen glaciar formadas por la retirada de los hielos. En estas condiciones climáticas, las bajas temperaturas favorecen la ralentización de las reacciones de oxidación de la materia orgánica. Por el contrario, en climas tropicales las turberas son más escasas y su aparición se ve condicionada por la abundancia de precipitaciones que conduzcan a una situación de anegamiento permanente, favoreciéndose también la acumulación de materia orgánica debido a la alta producción.